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lunes, 27 de agosto de 2012

Ervin László: “Todo está conectado y nada desaparece”

ervin laszlo
Ervin László, doctor en Filosofía de la Ciencia con cuatro doctorados honoris causa
Tengo 79 años. Nací en Budapest y vivo en la  Toscana. Casado, tengo dos hijos y un nieto. La política de partidos está obsoleta, en el  futuro las personas se autoorganizarán en grupos.   Creo en una realidad superior que puede incorporarse dentro del conocimiento  científico
Humanista
Niño prodigio, virtuoso del piano, a los nueve años debutó con la Filarmónica  de Budapest. Dos veces nominado para el premio Nobel de la Paz, creó el Club de  Budapest, un laboratorio de ideas para un mundo más ético, y la Universidad del  Cambio Global, que opera por internet y ofrece un programa de graduación en  economía, arte y religión. Tiene 75 libros publicados, entre ellos El cambio  cuántico (cómo el nuevo paradigma científico puede transformar la  sociedad), El cosmos creativo y La revolución de la  conciencia, editados por Kairós. Sus investigaciones le han llevado a  defender la existencia de un campo cósmico de interconexiones que conserva y  transmite la información.
Concertista de piano, filósofo,  físico… Mi interés es transdisciplinar. Si la evolución es cierta,  de lo físico surgió lo biológico y más tarde lo social, psicológico, político…  Es todo un continuo y yo siempre he querido entender qué proceso hay detrás de  todo ello y cuál es nuestro lugar dentro de ese proceso.
Y fundó  el Grupo de Investigación sobre la Evolución General. Quería saber  más y era consciente de que solo no lo iba a conseguir, así que reuní a un grupo  de científicos, investigadores y pensadores para desarrollar una nueva teoría  general de la evolución que iluminara el camino de un mundo mejor en respuesta a  la rápida proliferación de armas nucleares.
Y el Club de Budapest  (1993). De nuevo se trataba de unir fuerzas para cambiar el rumbo de  nuestro mundo (insostenible, polarizado e injusto) y encaminarlo hacia la ética  y el humanismo.
Visionario. Los líderes no estaban  dispuestos a hacer nada. Nosotros, científicos de distintas áreas, defendíamos  otro tipo de crecimiento, que hoy llaman sostenible, y teníamos claro que  necesitábamos líderes de opinión para difundirlo. Entre los primeros miembros  estaban el Dalái Lama, Milos Forman, Mijaíl Gorbachov, Yehudi Menuhin,  Rostropóvich, Arthur Clarke, Desmond Tutu… Ahora ya somos  sesenta.
Y ha encontrado una teoría científica que sustenta esa  lucha. Creo que hay un campo de información como sustancia del  cosmos del que participamos todos. Esa dimensión que no se puede observar pero  que es real hace que todas las cosas se conecten entre sí y es también una  memoria: cuando algo tiene lugar la información permanece en esa  dimensión.
Le ha llamado campo akásico. Hace 5.000  años los sabios hindúes, aparte de los cuatro elementos (aire, fuego, tierra y  agua), definieron un quinto que los contiene a todos: akasa, matriz de toda  materia y fuerza del universo. Me di cuenta de que esa idea era la que yo  intentaba definir como campo psíquico profundo y le cambié el nombre. Hoy muchos  científicos trabajan con ella.
¿Tiene bases  científicas? Sí, tengo varios libros publicados que ahondan en ello.  El campo akásico crea coherencia entre los distintos campos (electromagnético,  gravitatorio, nuclear, cuántico y el de Higgs) y explica los misterios que las  diversas ciencias compartimentadas no son capaces de explicar, por ejemplo: no  se entendía cómo organismos complejos se transformaban en otra especie,  capacidad sin la cual todavía seríamos algas marinas.
Las llaman  mutaciones espontáneas. Sir Fred Hoyle, reconocido cosmólogo y  físico, calculó la posibilidad de ese azar: “Equivale a que un huracán entre en  un desguace y que su paso deje un avión  montado”.
¿Entonces? Todo está autoorganizado. Yo y  otros científicos creemos que el campo akásico está implicado en la evolución de  los universos.
¿Cómo evolucionan los universos? Nacen  unos de otros. Al big bang se le llama ahora el big bounce (el gran rebote). Un  universo como el nuestro va expandiéndose hasta que se colapsa y empieza a  contraerse hasta una dimensión cuántica, toda la materia del universo acaba en  la cabeza de un alfiler, y entonces la fuerza de expansión es tan fuerte que  ocurre una explosión que crea nuevos universos.
¿Y vuelta a  empezar? La información que se ha generado en este primer universo  es heredada por el segundo, de la misma manera que un cigoto tiene la  información de los padres. El campo akásico es holográfico, la información de  toda la imagen está en cualquier punto. Todo está conectado y nada  desaparece.
Entonces, usted o yo, ¿contenemos toda la información  del universo? En un estado alterado de conciencia podemos acceder a  esa información que no está en el cerebro pero que este es capaz de capturar. El  gran error del mundo moderno ha sido considerar que todo lo que no se puede oír,  tocar o ver es una ilusión. La realidad fundamental no es observable  directamente, y le voy a dar un ejemplo.
Adelante. Si  tiro el bolígrafo observo cómo opera la gravedad, pero no puedo ver el campo  gravitatorio, sólo el efecto. Todas las fuerzas de la naturaleza están en esa  dimensión más profunda y sólo observamos los efectos. Yo baso mi teoría en la  física cuántica, en las observaciones biofísicas de los seres vivos, en la  psicología transpersonal y en la cosmología que estudia los  multiversos.
¿Cómo explica la convulsión actual? Es  parte de la dinámica de la evolución, cuando se alcanza un punto crítico, que es  el punto de bifurcación, el sistema o bien se desmorona o bien se reorganiza de  otra manera para estabilizarse.
Y estamos en ese punto  crítico. La Tierra es como una nave espacial con una tripulación de  7.000 millones de personas, recibe energía del Sol pero no materia, por tanto la  regla es sencilla: hay que reciclar, vivir en armonía entre nosotros y con el  planeta, crear una cultura más ética.
¿Cuál es el primer  paso? Alcanzar una masa crítica, bastará un 1% del 1%. Por eso hemos  creado la Universidad del Cambio Global a través de internet .

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