El dinero hace a las personas menos empáticas y más malvadas
Psicólogos de la Universidad de California en Berkeley realizan un experimento en el que descubren que las personas ricas tienden a ser menos empáticas y sensibles hacia los problemas de los demás, volviéndolas desagradables o francamente malas.
Aun cuando, a su manera, el dinero es una de las invenciones más sorprendentes del ingenio humano, sobre todo si tomamos en cuenta el nivel simbólico y de abstracción que lleva consigo, paralelamente tiene una de las reputaciones más siniestras que podrían adjudicarse a un elemento de nuestra realidad. Desde cierta perspectiva el dinero se asocia con la maldad, el egoísmo y otros comportamientos afines que hablan de una pobre calidad humana.
Y si bien esto podría considerarse únicamente conseja popular, un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley ha confirmado que, en efecto, el dinero puede hacer a las personas más malvadas y menos empáticas para con sus semejantes.
En el experimento realizado por los psicólogos Paul Piff y Jennifer Stellar, dos estudiantes universitarios jugaron el conocido juego del Monopoly en un cuarto cerrado pero con videovigilancia, con la salvedad de que las reglas estaban manipuladas de tal modo que uno de ellos tenía una clara ventaja sobre el otro. Además, el ganador era un hombre delgado y enfundado en una playera entallada, mientras que el inevitable perdedor era un hombre obeso y de lentes.
Para sorpresa de los investigadores, durante el juego el participante aventajado experimentó una increíble evolución de su ánimo con respecto a su contrincante: mientras más dinero ganaba, peor se portaba con el otro estudiante, burlándose de él y calculando puntualmente su estrategia para seguir acumulando ganancias.
De acuerdo con los investigadores, estos resultados, apoyados por otros estudios realizados al respecto, confirman que las personas ricas son comúnmente más egoístas, menos empáticas y menos compasivas, todo lo cual las hace también más desagradables.
Para Paul Piff, las personas acaudaladas tienden a privilegiar sus propios intereses, sin importar el comportamiento que demuestren hacia el exterior persiguiendo estos objetivos. Por su parte Jennifer Stellar asegura que la poca sensibilidad de quienes gozan de una posición tan acomodada se explica justamente porque en su vida no han tenido que enfrentar grandes tribulaciones.
Aun cuando, a su manera, el dinero es una de las invenciones más sorprendentes del ingenio humano, sobre todo si tomamos en cuenta el nivel simbólico y de abstracción que lleva consigo, paralelamente tiene una de las reputaciones más siniestras que podrían adjudicarse a un elemento de nuestra realidad. Desde cierta perspectiva el dinero se asocia con la maldad, el egoísmo y otros comportamientos afines que hablan de una pobre calidad humana.
Y si bien esto podría considerarse únicamente conseja popular, un estudio reciente de la Universidad de California en Berkeley ha confirmado que, en efecto, el dinero puede hacer a las personas más malvadas y menos empáticas para con sus semejantes.
En el experimento realizado por los psicólogos Paul Piff y Jennifer Stellar, dos estudiantes universitarios jugaron el conocido juego del Monopoly en un cuarto cerrado pero con videovigilancia, con la salvedad de que las reglas estaban manipuladas de tal modo que uno de ellos tenía una clara ventaja sobre el otro. Además, el ganador era un hombre delgado y enfundado en una playera entallada, mientras que el inevitable perdedor era un hombre obeso y de lentes.
Para sorpresa de los investigadores, durante el juego el participante aventajado experimentó una increíble evolución de su ánimo con respecto a su contrincante: mientras más dinero ganaba, peor se portaba con el otro estudiante, burlándose de él y calculando puntualmente su estrategia para seguir acumulando ganancias.
De acuerdo con los investigadores, estos resultados, apoyados por otros estudios realizados al respecto, confirman que las personas ricas son comúnmente más egoístas, menos empáticas y menos compasivas, todo lo cual las hace también más desagradables.
Para Paul Piff, las personas acaudaladas tienden a privilegiar sus propios intereses, sin importar el comportamiento que demuestren hacia el exterior persiguiendo estos objetivos. Por su parte Jennifer Stellar asegura que la poca sensibilidad de quienes gozan de una posición tan acomodada se explica justamente porque en su vida no han tenido que enfrentar grandes tribulaciones.
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