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miércoles, 21 de septiembre de 2011

NARCO IMPERIO.

El narcotráfico como motor del Imperio. Primera parte: "Financiando la contra."



"La DEA y sus predecesoras, las organizaciones federales de control del cumplimiento de la ley de drogas, siempre han sido infiltradas y, en diferentes grados, dirigidas por agencias de inteligencia de Estados Unidos. El motivo es bastante simple: El gobierno de EE.UU. ha estado protegiendo a sus aliados narcotraficantes, especialmente en el crimen organizado, desde que el narcotráfico fue criminalizado por primera vez en 1914". Douglas Valentine (Operación doble)
Según documentos desclasificados por el propio gobierno de los Estados Unidos, el gobierno Reagan-Bush (padre), en los años 80, utilizó el tráfico de drogas como método de financiación de la lucha anticomunista en diferentes partes del planeta.
Hace 30 años, a mediados de 1979, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en Nicaragua, se hace con el poder tras 45 años de dictadura somocista. A partir de ese momento, la oligarquía nicaragüense, empieza a ver como sus privilegios van siendo recortados en favor del pueblo, irritada por tal motivo decide aliarse con el gobierno de Estados Unidos, cuyas multinacionales veían como se reducían sus beneficios al aumentar los derechos de los trabajadores, gracias a las medidas del nuevo gobierno progresista. Entre ambos deciden formar una guerrilla anticomunista, que más tarde sería conocida con el nombre de los “Contras”, con el objetivo de desalojar del poder al FSLN.
Además de los fondos aprobados por el congreso de los Estados Unidos y las donaciones de particulares, otros métodos usados, para financiar la guerrilla anti-sandinista, fueron la venta clandestina de armas a Irán y el tráfico de drogas (especialmente cocaína y heroina). Para desarrollar este último proyecto, se decidió contar con la colaboración, entre otros, del criminal Cartel de Medellín, liderado por Pablo Escobar Gaviria.
Pablo Escobar organizó en Yucatán (México) una completa estructura para trasladar cocaína a Estados Unidos, que incluyó la adquisición de un rancho de 16,000 hectáreas. Desde allí, y con la colaboración de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en inglés) que estaba perfectamente infiltrada en la DEA (supuesta organización que combate el tráfico de drogas), cientos de vuelos cargados con droga procedente de toda Sudamérica, llegaban a Estados Unidos, para inundar las calles (especialmente las calles de los barrios pobres) de cocaína y crack. Según un informe de 410 páginas del inspector general de la CIA, Frederick Hitz (1990-1998), recientemente desclasificado, entre 1984 y 1986, esa agencia de espionaje arregló de 50 a 100 vuelos de aviones de ese Cartel a terminales aeroportuarias de Estados Unidos de Norteamérica, sin que fueran inspeccionados por el Servicio de Aduanas de ese país, como parte de un acuerdo de la CIA y los narcos colombianos.
Según declaraciones de Michael Tolliver (uno de los pilotos que transportó, en varias ocasiones, armamento desde Estados Unidos a Centroamérica y grandes cargamentos de droga, desde Centroamérica a Estados Unidos), al programa de la cadena CBS “CBS News West 57th”, el 6 de abril de 1987: “En la base militar de Homestead, Florida, los militares norteamericanos bajaban las cajas con marihuana como si de comida se tratara”.
Uno de los principales protagonistas de esta historia fue el agente de la CIA Barry Seal, quien en 1984 fue arrestado en Fort Lauderdale, Florida por lavado de dinero y contrabando de droga. Seal negoció un acuerdo con la justicia que incluyó su conversión a informante de la DEA y testificar en contra de sus anteriores empleadores. En pleno escándalo “Irán-Contras” (destapado por un periódico libanés), Seal declaró que la CIA estaba involucrada en el financiamiento a la “contra” con los beneficios del narcotráfico. Al poco tiempo de estas declaraciones, Seal fue asesinado (19 de febrero de 1986) en Baton Rouge, Luisiana. Se calcula que Seal introdujo en los Estados Unidos más de mil millones de dólares de cocaína, con la ayuda de la CIA, los servicios de aduanas y otras autoridades políticas. El testimonio de Seal podría haber ayudado al encarcelamiento de altos cargos de la administración Reagan-Bush.
Steven Carr, un mercenario contratado por la CIA para asesorar a la “Contra”, tras ser detenido junto a otros mercenarios en Costa Rica, por violar la neutralidad del país en el conflicto nicaragüense y por posesión de explosivos, harto de no recibir ayuda de sus superiores de la Agencia, empezó a hablar a la prensa, a quien relató cómo se realizaba el suministro de armas a la “Contra” por parte de la CIA y cómo ésta transportaba droga hasta los Estados Unidos, con el objetivo de ser vendida allí, y obtener fondos para la financiación de la guerrilla antisandinista. Pocos días antes de iniciarse el comité de investigación del Senado (diciembre de 1986), sobre el caso Irán-Contras, al cual sería llamado a testificar por estas declaraciones, Carr apareció muerto en su apartamento.
De diciembre de 1986 es precisamente una declaración secreta que no tiene desperdicio (desclasificada años después) del director de la CIA, William Casey (1981-1987), quien curiosamente moriría de un ataque al corazón, poco antes de que comenzarán las vistas orales de Senado sobre el Irán-Contras, a las que también sería llamado a declarar:
“Colby (su antecesor en el cargo) me dijo que las ganancias de la cocaína serían lavadas por Al Carone, la mafia de Nueva York y Robert Vesco y posteriormente usadas para la lucha anticomunista por el propio Colby. Después de hablar con Carone tomé la decisión de trasladar la cocaína almacenada al aeropuerto de Mena en Arkansas, pues la CIA había ya usado este aeropuerto en varias ocasiones. En estas circunstancias la cocaína era el instrumento. La trampa era el ignorar la ley y el evitar ser descubiertos. En estos esfuerzos nos ayudaron William Clinton (gobernador de Arkansas en aquel momento) y William Weld”.
Las conclusiones del Informe Kerry, elaborado por el Subcomité del Senado sobre Narcóticos, Terrorismo y Operaciones Internacionales, al frente del cual estaba el entonces Senador estadounidense John Kerry (candidato demócrata a la presidencia en 2004) y publicado el 13 de abril de 1989, tras dos años y medio de investigaciones, no dejan lugar a dudas. Según este informe, el Departamento de Estado de los Estados Unidos efectuó pagos a "cuatro compañías que eran propiedad y estaban gestionadas por traficantes de estupefacientes", además, la CIA proporcionó la cobertura legal en el tráfico de drogas, a cambio de lo cual, los traficantes de estupefacientes llevaron a cabo "Provisión de asistencia a la Contra, incluyendo dinero en efectivo, armas, aviones, pilotos, soporte aéreo y otros materiales, de forma voluntaria por parte de los traficantes". A pesar de que el informe Kerry desvelaba lo que era un escándalo sin precedentes: la cooperación del gobierno Estadounidense, en la introducción y venta de toneladas de cocaína en Estados Unidos, por parte de narcotraficantes colombianos, quienes, por mandato de los primeros, destinarían un parte importante de los beneficios extraídos a financiar a la guerrilla anticomunista de los “contras”, los principales medios de comunicación norteamericanos como el New York Times, el Washington Post o Los Angeles Times apenas se hicieron eco de esta escandalosa denuncia del Senado, dedicando apenas unas líneas, en recónditos lugares entre sus páginas.
Esta siniestra alianza entre los poderes que gobiernan Estados Unidos, la oligarquía nicaragüense y traficantes de drogas, se forjó con el objetivo de desalojar del poder al FSLN en Nicaragua, debido a que las medidas progresistas aplicadas por éste desde la toma del poder en 1979 (reparto más justo de la riqueza del país, reconocimiento de los derechos de los trabajadores, etc), estaban reduciendo cuantiosamente los beneficios económicos de la oligarquía nicaragüense y de las multinacionales yanquis, quienes con la anterior dictadura somocista (1934-1979) habían esquilmado el país a su antojo.
Esta “oscura alianza” financiada y promovida por Washington provocó un cruento enfrentamiento armado que duró aproximadamente 10 años, costó la vida a más de 60.000 personas (además de miles de mutilados de por vida) y hundió la economía nicaraguense (en lo cual influyó también decisivamente el brutal embargo impuesto por EE.UU. y los continúos sabotajes perpetrados por la "Contra" a grandes empresas de enorme importancia estratégica para el país). Esto, junto al agotamiento de la población y a los millones de dólares invertidos por Washington en la campaña electoral de la candidata opositora, Violeta Chamorro, hizo que los sandinistas perdieran el poder en las elecciones de febrero de 1990.
Además no debemos olvidar la llamada “epidemia del crack”, durante los años 80, en los Estados Unidos, que se llevó por delante la vida de miles de personas, especialmente en el seno de la comunidad negra. Tales fueron los efectos devastadores del crack entre la población afro-americana, no sólo por los nocivos efectos de esta droga sobre la salud, sino también por la violencia originada por la lucha entre bandas callejeras por el control de su distribución, que llevaron a varios líderes de la comunidad negra a hablar de un siniestro plan de limpieza étnica, por parte de las autoridades de los Estados Unidos.
Nicaragua es tan sólo un ejemplo de cómo los Estados Unidos han utilizado y siguen utilizando el narcotráfico para financiar una política criminal, destinada a saquear la riqueza de otros pueblos. La alianza entre Álvaro Uribe, actual presidente de Colombia, con probados vínculos con el narcotráfico, y los poderes fácticos de Estados Unidos, es otra prueba de ello.
“Los oprimidos no tienen aviones ni barcos. La prensa y el gobierno culpan a los oprimidos por la droga, pero el narcotráfico internacional requiere flotas de aviones de carga, pistas de aterrizaje en varios países, redes de contactos internacionales, grandes cantidades de dinero para inversión, redes para lavar el dinero, y contactos de alto nivel para sacarle el cuerpo a la Aduana y la DEA.” Malcolm X, 1966.
(Un artículo del blog ANTIMPERIALISTA, http://antimperialista.blogia.com/)

El narcotráfico como motor del Imperio. Segunda parte: “Mujaidines, Ben Laden y CIA.”

“Los cañones de opio británicos sobre China son el matrimonio de violencia más brutal con el libre comercio” K. Marx hablando sobre la guerra del opio emprendida por el imperialismo británico en China.
Después de soportar durante siglos regímenes políticos anclados en la Edad Media, al servicio de la oligarquía local y, posteriormente, del imperialismo occidental, el Partido Democrático del Pueblo (PDP) tomó el poder en Afganistán en 1978, convirtiéndose el poeta y novelista Noor Mohammed Taraki en su primer presidente democrático.
“Fue un proceso plenamente autóctono y ni siquiera la CIA se atrevió a acusar a la Unión Soviética de haberlo provocado o dirigido” (John Ryan, profesor de la Universidad de Winnipeg).
Las primeras medidas adoptadas por el gobierno del PDP fueron, entre otras, la legalización de los sindicatos, el establecimiento de un salario mínimo, un impuesto progresivo sobre la renta, campañas de alfabetización, programas populares de salud, vivienda y alcantarillado público. Además emprendió una reforma agraria sin precedentes, con el objetivo de conseguir un reparto más justo de la tierra, realizó una valiente política de emancipación de la mujer para liberarla de sus antiguas ataduras y comenzó a erradicar los cultivos de amapola de opio, un opio con el que se producía el 70% de la heroína que se consumía en todo el mundo (hoy en día, bajo la ocupación militar yanqui, el opio afgano produce más de 85% de la heroína mundial).
Estas medidas progresistas no fueron bien recibidas por la oligarquía afgana, que veía en ellas una importante amenaza a sus milenarios privilegios, ni por sus vecinos, Arabia Saudí y Pakistán, que temían que el ejemplo del PDP se extendiera entre sus clases populares. Tampoco fueron bien acogidas por el gobierno de los Estados Unidos, quien consideró el ascenso al poder del PDP, como un “problema de seguridad nacional”, que ponía en peligro sus intereses económicos en la zona.
Todo esto hizo que se forjara una unión de intereses entre la oligarquía local, compuesta por terratenientes feudales y jefes tribales (mullahs fundamentalistas); Pakistán; Arabia Saudí y el imperialismo yanqui. Entre todos, no tardarían en idear planes destinados a tumbar al gobierno democrático del PDP. Una de sus primeras acciones fue llevar a cabo un ataque a gran escala, en el que participaron la CIA, tropas saudíes y paquistaníes, los señores feudales, jefes tribales y los traficantes de opio, con el objetivo de desestabilizar al gobierno y originar las primeras fisuras en el mismo.
A continuación Hafizulla Amin (del que se sospechaba que había sido reclutado por la CIA, en sus años de estudiante en EE.UU.) dio un golpe de estado, ejecutó a Taraki, congeló las reformas sociales y encarceló y asesinó a miles de militantes y simpatizantes del PDP.
Todo esto no habría sido posible sin la financiación económica de los Estados Unidos. El propio Zbigniew Brzezinski, Consejero de Seguridad Nacional del Presidente Carter, entre 1977 y 1981, reconoció, en unas declaraciones a "Le Nouvel Observateur" en enero de 1998, que la Administración demócrata estadounidense estaba entregando ayudas secretas multimillonarias a los oponentes del gobierno afgano, es decir, a extremistas musulmanes, para provocar la caída del PDP, mucho antes de que se produjera la intervención soviética.
“De acuerdo a la versión oficial de la historia, la ayuda de la CIA a los mujaidines empezó en 1980, eso significa, después de la intervención de la Unión Soviética en Afganistán, el 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, muy herméticamente guardada hasta ahora, es completamente diferente: en efecto, fue el 3 de julio de 1979 que el Presidente Carter firmó la primera directiva para la ayuda secreta a los oponentes del régimen pro-soviético de Kabul.”
A los pocos meses del golpe de estado, varios militares fieles al PDP, derrocaron al dictador Amin y restablecieron nuevamente el gobierno progresista. Estos mismos militares, preocupados por el creciente intervencionismo yanqui en su país, pidieron encarecidamente a Moscú el envío de tropas y ayuda militar, para hacer frente a la guerrilla de extremistas islámicos que el gobierno estadounidense había empezado a reclutar, armar y a entrenar, desde el mismo momento en el que el PDP se alzó con el poder, en 1978. La URSS consideraba que un compromiso militar con Afganistán podía conllevarle graves consecuencias políticas, por lo que sólo se decidió a prestar su apoyo militar, después de que Kabul se lo solicitase repetidamente.
Si Estados Unidos quería derrotar, no ya al PDP, sino a la Unión Soviética, para volver a instalar un gobierno títere en Afganistán, afín a sus intereses, ello le supondría embarcarse en una larga guerra, en un país extranjero y lejano, lo cual podría costarle millones de dólares y miles de muertos, algo que, tras el fracaso de Vietnam, la opinión pública estadounidense no estaba dispuesta a aceptar, además, y lo más importante de todo, es que esto supondría la primera confrontación directa entre las dos grandes potencias, lo cual podría terminar en un catastrófico enfrentamiento nuclear que a nadie interesaba, por lo que para evitar estos “contratiempos”, ¿qué mejor que financiar un ejército extranjero, con dinero no proveniente exclusivamente del erario público? Algo que se conseguiría gracias a su alianza con los traficantes de droga y el ISI (servicio de inteligencia pakistaní).
La ayuda económica con la que se financiaba la guerrilla antisoviética de los mujaidines, provenía de fondos secretos estadounidenses, saudíes y pakistaníes, pero principalmente de los beneficios obtenidos por el tráfico de heroína. Bill Casey, director de la CIA durante la administración Reagan, fue el encargado de perfeccionar este último método de financiación.
Los mujaidines, cada vez que ocupaban un territorio en Afganistán, obligaban a los agricultores a cultivar la amapola del opio, posteriormente el ISI y la CIA protegían y escoltaban camiones y aviones cargados de opio, hasta los laboratorios que los narcotraficantes tenían en Pakistán, en la frontera con Afganistán, al amparo del dictador paquistaní y aliado de Washington Zia Ul-Haq, donde el opio era transformado en heroína. La droga llegaba a EE.UU. y Europa a través de las redes de la CIA o del MI6 británico y la mafia siciliana era la encargada de comercializarla. Los ingentes beneficios obtenidos por la venta de heroína, que durante los años 80 provocó una auténtica epidemia en Estados Unidos y especialmente en Europa, sirvieron para proporcionar a los mujaidines (entre quienes se encontraba un joven Osama Ben Laden) el más sofisticado armamento, con el que, durante más de 14 años (la guerra terminó en 1992), sembraron el caos y la destrucción en Afganistán.
La victoria de los mujaidines y del imperialismo yanqui en Afganistán truncó las esperanzas de un pueblo que aspiraba a alcanzar el progreso y el desarrollo social, tras siglos de regímenes medievales.
Por otro lado, los efectos de esta siniestra política de financiación de la guerrilla anticomunista de los mujaidines fueron devastadores para la población civil de la región, pues, sólo en Pakistán, el número de adictos a la heroína creció de prácticamente cero en 1979, a 1,5 millones en 1985. También en los países occidentales, la adicción a la heroína se extendió como una plaga mortal durante la década de los 80, coincidiendo su momento más álgido con el de mayor intensidad bélica en Afganistán.
Charles Cogan, ex-director de la CIA de esta operación afgana, en unas declaraciones a la televisión australiana, admitió cínicamente: “No creo que debamos pedir perdón por ello. Cada situación tiene sus secuelas. Hubo secuelas en términos de drogas, sí, pero se cumplió el principal objetivo. Los soviéticos abandonaron.”
Recientemente y a pesar de que el actual régimen político de Afganistán ha sido impuesto por los EE.UU., el propio Parlamento de este país lo ha dejado bien claro, al acusar a los ejércitos de ocupación de ser los responsables del transporte de la heroína hacia otras naciones de occidente para costear diferentes guerras, a lo largo de la historia.
(Un artículo de ANTIMPERIALISTA)
(Pincha aquí para leer la primera parte: "Financiando la contra")
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Algunos datos de este artículo han sido extraídos de las siguientes fuentes bibliográficas:
“Terrorismo, la gran excusa”, Michael Parenti
“Las cloacas del Imperio”, Santiago Camacho

El narcotráfico como motor del Imperio. Tercera parte: Opio para la contrarrevolución china.

En el año 1949 triunfa en China la Revolución Cultural liderada por Mao Tse Tung. Por primera vez después de siglos, los habitantes de China ven en este triunfo una oportunidad para escapar del despótico régimen feudal que les había sometido a la más cruel de las esclavitudes. Pero apenas dos años después, en 1951, Estados Unidos ya tiene dispuesto un plan para derrocar a la naciente Revolución y restaurar el antiguo régimen que tan favorable les había sido.
La primera acción contrarrevolucionaria llevada a cabo por los Estados Unidos fue la de reagrupar a las antiguas fuerzas del Kuomintang (antiguo gobierno chino) en la frontera con Birmania, en los estados Shan, llegando a reunir hasta 1500 efectivos, que se elevarían a los 2000, gracias a los lanzamientos de paracaidistas realizados por los aviones de Air America (la línea aérea secreta de la CIA).
En abril de 1951 se llevó a cabo el primer intento de reconquistar la provincia china de Yunnah, donde fueron rechazados por el Ejército de Liberación del Pueblo, que provocó numerosas bajas entre las fuerzas anticomunistas, entre ellas, las de varios consejeros militares de la CIA.
Fue a partir de este primer fracaso, cuando la CIA decidió que debía aumentar ostensiblemente la ayuda militar a las milicias del Kuomintang, si quería obtener algún éxito en su lucha contra la China revolucionaria, pero al tratarse de una guerra secreta, que se estaba llevando a cabo de espaldas al pueblo norteamericano (y al resto del mundo), además de un ilegal acto de injerencia contra una nación soberana, no se podía contar con financiación pública, por lo que la Agencia pensó en el tráfico de opio como método para cubrir los gastos de su nueva empresa bélica. Para ello, las fuerzas del Kuomintang ocuparon la mayor región productora de opio de Birmania, construyeron pistas de aterrizaje y, junto a ellas, refinerías de morfina. De estas pistas despegaban diariamente aviones de Air America con enormes cantidades de opio con destino a Tailandia o Taiwan, desde donde los diversos agentes de la CIA, como el temible general Phao de Tailandia, se encargaban de distribuirla por todo el mundo, especialmente hacia los Estados Unidos, con la complicidad de los servicios de aduanas locales.
Mientras por un lado este siniestro negocio provocaba una auténtica epidemia de morfina en los Estados Unidos, durante los años 50, por otro, se convertía en una lucrativa fuente de financiación para la CIA en su guerra secreta contra la Revolución Cultural China, una guerra que se prolongó durante casi 10 años.
El ejército anticomunista del Kuomintang pasaría en menos de un año de los 2000 a los 12000 efectivos que verían mejorada su equitación con los más sofisticados lanzagranadas, modernas ametralladoras del calibre 50 y artillería antiaérea.
La confianza y la lealtad del pueblo chino a su naciente Revolución, la presión y las denuncias del gobierno birmano ante Naciones Unidas y finalmente la colaboración entre el Ejército de Liberación del Pueblo (chino) y las tropas birmanas consiguieron, el 26 de enero de 1961, tras varias ofensivas, rendir a las fuerzas clandestinas del Kuomintang que operaban en Birmania.
En la base del Kuomintang se encontró armamento norteamericano de fabricación reciente y cinco toneladas de municiones también norteamericanas.
El Departamento de Estado de los Estados Unidos, a pesar de las pruebas evidentes, negó toda colaboración con el Kuomintang y anunció que emprendería acciones legales contra el mismo. Sin embargo, tras la intervención militar conjunta de China y Birmania, la CIA ayudó a escapar a las tropas del Kuomintang que habían emprendido la retirada a través del río Mekong, hacia Laos, donde la Agencia las emplearía en su siguiente guerra secreta, y para la cual utilizaría también los mismos métodos de financiación.
Bibliografía: "Air America. Historia de la línea aérea secreta de la CIA" de Christopher Robbins, editorial Planeta (Barcelona, 1986).
(Un artículo del blog ANTIMPERIALISTA, http://antimperialista.blogia.com/)

Crack the CIA: narcotráfico contra el comunismo.


(se pueden encontrar todas las partes en youtube)

Crack the CIA es un vídeo elaborado por Guerrilla News network en el que se desvela, a través del testimonio de ex agentes de la CIA y de la propia DEA (agencia antidroga), como el gobierno de los Estados Unidos encubrió, protegió y utilizó el tráfico de cocaína y crack, como mecanismo para financiar la guerra sucia contra el comunismo y los gobiernos progresistas de todo el mundo. El resultado de este siniestro negocio fue el fortalecimiento de dictaduras militares pronorteamericanas y guerrillas anticomunistas en Latinoamérica, que provocaron cientos de miles de muertos y millones de desplazados, así como una epidemia de crack sin precedentes, especialmente, en las comunidades negras de los Estados Unidos, algo en lo que algunos vieron un método, perfectamente planificado, de limpieza étnica.
A pesar de las múltiples pruebas que demostraban que el gobierno de los Estados Unidos estaba protegiendo y amparando a los narcotraficantes en el negocio de las drogas, a través de la CIA, la DEA, el FBI, el ejército y los políticos estadounidenses, ninguna de estas instituciones fue objeto de una investigación seria, con lo que hoy en día, dichas instituciones siguen operando de la misma forma y con la misma estructura que entonces, sin ningún tipo de control político.

Álvaro Uribe Vélez: un narcomafioso al servicio del Imperio.

Ante el reciente hallazgo en Colombia, de la mayor fosa común de la historia del continente Americano, que data del año 2005 y que contiene restos de más de 2000 personas pertenecientes a opositores políticos al gobierno de Uribe, fiel vasallo de los intereses de las multinacionales estadounidenses y europeas, os ofrecemos un vídeo en el que se traza el perfil de este criminal, llamado Álvaro Uribe Vélez, un tipo sin escrúpulos, capaz de cometer las peores atrocidades contra aquellos que se le opusieran, así como de aliarse con narcotraficantes y paramilitares para conseguir sus objetivos.

Los bancos y el gran negocio del narcotráfico

(Fuente: www.danielestulin.com) ¿Cómo los bancos, con su aire de respetabilidad, encajan en el tráfico de drogas y la basura que le acompaña? Una de las maneras en que participan los bancos es financiando empresas tapadera que importan sustancias químicas necesarias para transformar el opio puro en heroína. El Hong Kong and Shanghai Bank con sucursal en Londres participa de tal comercio mediante una empresa llamada TEJAPAIBUL, que tiene sus cuentas en el Hong Kong and Shanghai Bank. ¿A qué se dedica esta empresa? Importa a Hong Kong la mayor parte de las sustancias químicas necesarias en el proceso de refinado de la heroína.
No debería sorprendernos que los agentes de la agencia norteamericana dedicada a la lucha contra las drogas (DEA) tengan prohibido examinar el manifiesto de ningún barco antes de que deje el puerto de Hong Kong. Las drogas, cabe decirlo otra vez, son un negocio enorme, quizá el mayor negocio del mundo.
Otra actividad que “genera ingresos sustanciales a los bancos” es actuar como un proveedor mayorista de anhídrido acético, un compuesto químico esencial necesario en los laboratorios para refinar heroína de opio puro, para la Media luna de oro y el Triángulo de oro, Pakistán, Turquía y Líbano.
Según el artículo de primer página de Anthony M. DeStefano del Wall Street Journal del 9 de septiembre de 1985, la mafia albanesa que reside en los Estados Unidos, era responsable del movimiento “del 25% al 40% del suministro de heroína en los Estados Unidos”, a través de una ruta que pasa por Belgrado hasta Estambul.
Las campañas lanzadas por los gobiernos centrales en Norteamérica y Europa para ser duros con las drogas que prometen «llevar a lucha a los traficantes» no tienen sentido. Si los gobiernos realmente quisieran erradicar el narcotráfico, podrían aprobar leyes que forzaran a los fabricantes de anhidrido acético a mantener registros detallados de quién les compra ese agente químico y para qué propósitos lo usa. Sin embargo, no esperemos demasiado. Esta acción unilateral de un gobierno osado disgustaría profundamente a las familias más poderosas de la oligarquía europea y del establishment liberal de la costa este de Estados Unidos, porque se llevan la parte del león de esos quinientos noventa mil millones de euros del narcotráfico.
Huelga decir que el líder que realmente quisiera «llevar la lucha a los traficantes» se convertiría inmediatamente en candidato a un asesinato político. ¿Por que los nombres de los verdaderos culpables, las familias nobles de Gran Bretaña y Norteamérica, se han mantenido ocultos tanto tiempo? Porque los bancos se aprovechan del tráfico ilegal a través de una legión de intermediaros y empresas fantasmas, ocultando su participación al escrutinio público.
(Nota de Antimperialista) Por último, no debemos olvidar que el hecho de que las drogas sean ilegales, es lo que las hace ser tan rentables, pues esto situa su precio final en cifras que no se corresponden con el valor de su producción, es por ello que sólo su legalización terminaría con el negocio del narcotráfico: al no obtener rentabilidad por ser menor el precio, bajaría su producción y distribución. Pero esta medida, que sólo la pueden tomar nuestros gobernantes, no se lleva a cabo, pues ellos y quienes les dirigen (banqueros) son los principales beneficiados con el narcotráfico y con el hecho de que las drogas sean ilegales, que es, como hemos dicho, lo que realmente encarece el precio de las drogas.

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